lunes, 9 de abril de 2007

LA MUERTE DE LA PAZ






Fue una vez
convergencia de mis pasos,
erial de latitud desnuda,
holocausto sin lengua o diccionario.

Llegué
tras huella de ceniza
de un tomillo de otro tiempo.

Esqueletos sin cartílagos
preguntaban al espacio
y
yo,
humo entre los dedos
cual bisagra del gemido.

Mientras la piel seca de la tierra,
como esmeril
abría venas subterráneas,
una sombra,
un contraluz de sexo indefinido,
recortó
su grito cual relámpago
y
así,
supe con certeza
la corta biografía de la pradera aquélla
que antes de la guerra,
amamantaba
crisálidas de helecho
y violetas.

¿por qué la paz es tan difícil?

¿por qué dibujamos terremotos
cuando el lienzo
diseñado fue
para ternura?

No matemos al sol antes que muera.
Dejemos recitar a la colina
su alegato de sándalo y de futuro
para que pueda el niño en la clepsidra,
beber el segundo del ensueño.

Todos alguna vez, ponemos la primera piedra
de un sinsentido
que destruye.


locura, esa espiral de violencia

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