viernes, 11 de abril de 2008

ALMONEDA DE LOS PILOTS




Se ahogan las palabras, certificando el llanto de las nubes,
en su abordaje, del punto crítico del léxico.
Es la dilución vertical de los ayeres
como doctorado, en la utópica asignatura del anhelo.
Semejante a la rendición sin más, de la supervivencia,
en su vector irrebatible hasta los charcos.

Imita hoy, el pavimento, el difuminado sugerir de la acuarela
cual vestíbulo, a la isoeléctrica mirada del estanque.

¡Cuánta saliva y sólo fue impartir
bocetos desmembrados de la sombra!
Almoneda por cierre de los pilots
en su ingenua pretensión, de comprender la mística.
Justo ahora, la crecida de la curva de Gauss
gestada en el arcén,
en lógica implementación de lo probable.

¿Por qué esperar otro inventario
si toda la cosmogonía existencial
es un pool inflexible hacia el olvido?

Flor virtual de un día, el big bang de los instantes,
tatuando el símbolo legal de la geoda,
e, iterativo, el sollozo del adentro
perdido el traductor y sin propósito.
Túnica que fue, subliminal de tantas calles,
desleído como país innombre
de la matemática función, que desarrolla el vacío.
Sólo ya, la plus valía de la desolación interna
y un húmedo registro, acostado sobre el mármol.
Más información en:

miércoles, 9 de abril de 2008

REGRESO AL PROTONÚCLEO



Rasgar las entretelas, como se rasga,
piel de arpegio mudo....Romper el folio
segundos antes de morir....Después, la desnudez
y el calcio solitario de los árboles
cuando dibujan,
el intrínseco ingrediente del silencio,
ese punto equidistante de la desolación del ámbar
o del cenit axial de la fractura. También la desmemoria
en el olvido sinfónico que significa el invierno
al agostar las venas, su hemorragia.

Ya no espero el desbordarse la conciencia
ni el testimonio del crepúsculo
como premonición de ese después en los gradientes.
Tampoco, el ánfora fenicia
en su travesía lunar de rompeolas.
Es el final, del diccionario aquél de Ítacas,
hilado poco a poco, en la meiosis. Alguna vez la ruina,
habría de deshabitar el universo
desencriptando jeroglíficos, para encefalograma plano.

Confieso, sin embargo, el dolor de los epígrafes
en su descenso abisal hacia la umbría,
y la resistencia extrasistólica, a la negación del yo.

Me parece regresar, al protonúcleo de esa estrella
que un día, en alquiler, fijó mi residencia,
y desandar los pasos, dejando impreso el labio
en el hueso innominado de los troncos
como aroma a evaporarse,
en su ardiente explicación, de la energía oscura.
Acaso, el último diseño, de una mueca extinta
abriendo nuevos horizontes, para otra radiofrecuencia.
Más información en: