domingo, 20 de diciembre de 2009

PAISAJE


Despeinándose las dunas y cayendo
la esponja de su espalda, las olas de la tierra
acuestan su andadura
en una oración de polvo evanescente, es invierno.

Sobre la voz que el viento acuna
entre remiendos de harina y celulosa, las
volutas de frío arremolinan
la alquimia irisada de la nieve. Al límite
del país donde los fémures enhiestos que
en pardo elevan la distancia, las manos enguantadas
de la jara gritan: ¡alto! deteniendo y formando
una barrera de humo congelado
frente a las migas invasoras que adentraban
su estampa sin permiso.

Detrás del pseudópodo blanco
que abandera la escaramuza del tiempo, una
estatua de sal mirando inmóviles los ojos
hundía sus raíces desapareciendo, era
el vapor exhalado de mi cuerpo que
al recoger las lágrimas del aire quedó
preso en el crisol helado de las palabras del adiós
vertidas, ese invierno.

De mi libro: ¿QUIÉN TIENE NOMBRE?