¡quebrada es la montaña,
abierta en uve tantas veces!
y su grito, roto clamor de viento norte
aún en su laringe
desgarrada
herido el horizonte
en el crepúsculo
en el óxido inclinado de su adiós
cuando
el vértigo de muerte
cuela el látigo ante la noche
tú que sabes descifrar el grillo
en ortogonal mensaje lacerado
al mediodía,
tú que
al respirar,
inhalas la voz de la raíces,
tú que sabes los secretos
de aquel romero que se hizo aire,
tú
engarzas malabares con las ramas
en nido siempre
para un alba en los ojos
de hierba ajada
firmes tus manos,
firme la conciencia
un paso detrás
para escuchar contigo
la sinfonía del almendro,
porque, roca y agua,
son en ti, lo mismo,
prístino alegato
de una orografía sabia
anclaje sobre el níquel
de la capa más profunda de la Tierra
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