en el que estén excomulgados los desguaces, y
converjan soberanos,
algoritmos abocados a entenderse.
Soñemos el pecado capital en rebeldía
que al statu quo le quebranta,
y rasguemos la voz con el instinto
primordial de las especies.
Pero, eso sí, desterremos las quimeras
como almohada narcoléptica,
para hibernar esos gritos que nos dicen,
la incertidumbre del sendero
y las arenas movedizas
tatuadas sin remedio en el goniómetro.
Tan sólo entonces
no haya frío que nos hiele,
ni amanecer, que no pueda ser soñado.
sí, tal vez, las lilas puedan dibujarse
como heroico motivo sin respuesta
siempre podemos cerrar los ojos,
como se cierra el corazón a cal y canto.
Siempre podremos ahogar el verso,
y tintar de amarillo las esquinas,
hasta el día que, sin darnos cuenta,
hayamos agotado el último punto suspensivo
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