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Clic!....un parpadeo, la millonésima parte de un bostezo de universo. El súbito vibrar de una subpartícula de átomo, plegamiento imperceptible de unas alas de libélula, un estornudo, una caricia y....ya está!! Efímero el latido, terminó. Fue un antes y un después, un mientras tanto, inmigrante travesía salvajemente presa en relativas ecuaciones. Un "no es" ya el paisaje interior del uno mismo, porque el segmento se perdió en la infinita magnitud del punto. El "ahora", en realidad, no existe y no vale mendigar ni siquiera la agonía. Ésas son las reglas cartesianas de la cosmología entera, para cualquier epígrafe de su arquitectura. Así, el hálito vital de una biografía. Las mil y una ilusiones del celofán de nuestro imperio o, el sofisticado entresijo del abanico emocional de las sinapsis.
¿Poco?...y sin embargo para nosotros, paraíso metamórfico de fractales donde desnudar del todo la piel de los segundos, en adverbio polimorfo a los sentidos. Menú de recombinación mutante. Ya, dialecto arrendatario del periplo sensual de aquel lápiz que nos dieron al principio. Es la vida.
Repiquetea en los cristales el disgregarse agónico del mundo, cual texto iterativo irresoluble. Inútil sugerir un más allá extraditado del orden taxonómico esclavizante, que, en algún remoto punto de la historia, suscribimos cegando la conciencia. Tratamiento gráfico para una geopolítica sustractiva plena de oscuras resonancias. Mordedura a mordedura, desfallecen las teselas difuminando nuestro oasis.
Brama La Tierra en estratigrafía púrpura, mientras nuestro gran angular sigue fijo en altibajos de la bolsa, dolencias de soberbia y un sin fin de inextricables términos para justificar lo vacuo.
"Inalcanzable a nuestras manos el control de las variables de nuestro biotopo" como tentación en los discursos, pero no sería cierto. Porque la decapitación voluntaria de las letras y la genocida devastación de los espacios, es deliberadamente incorporada a la digestión de cada miga de pan del desayuno. Y nadie, nadie, puede decir que no probó la pompa de jabón del oropel, mientras acompañaba a la serpiente en su inyección dosificada de veneno.
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