Intuyó el mármol,
la lágrima del portal donde se hallan,
añicos dispersos de derrota
de ese enjambre de osadía,
que impregnó mis manos, un amanecer, ¡tan lejos!.
Como una visita a la última morada
en la que desconocemos cuándo, así pasó el cenit
del punto suspensivo de la senda,
en ventisca que manca el olvido, como si fuera
una tarde aleatoria en los catastros. Pero, es turbia
la desolación
en el epicentro de la sequía de los ojos,
aunque de antemano, lo supiere.
Busco el eco de mi sombra, en la pausa muda del rotor,
fragmentado seguramente, sin motivo...Tal vez el estertor postrero
de un lenguaje agonizante. Tal vez, el perímetro hendido,
de aquel poliedro nacido sin opciones. Y, como tantos,
zombi virtual que, por no saber, se ignora ante el espejo,
existo en la evaporación del agua,
desmadejado el pentagrama del resto de memoria.
Ya no habito el símbolo tangible de la noche,
ni la atmósfera del planeta del delirio.
Ahora, es una fractura de la variable temporal
en su anclaje a la dársena inexorable de la muerte.
Mientras, comprender, es derribo
en cualquier flor primaveral
la lágrima del portal donde se hallan,
añicos dispersos de derrota
de ese enjambre de osadía,
que impregnó mis manos, un amanecer, ¡tan lejos!.
Como una visita a la última morada
en la que desconocemos cuándo, así pasó el cenit
del punto suspensivo de la senda,
en ventisca que manca el olvido, como si fuera
una tarde aleatoria en los catastros. Pero, es turbia
la desolación
en el epicentro de la sequía de los ojos,
aunque de antemano, lo supiere.
Busco el eco de mi sombra, en la pausa muda del rotor,
fragmentado seguramente, sin motivo...Tal vez el estertor postrero
de un lenguaje agonizante. Tal vez, el perímetro hendido,
de aquel poliedro nacido sin opciones. Y, como tantos,
zombi virtual que, por no saber, se ignora ante el espejo,
existo en la evaporación del agua,
desmadejado el pentagrama del resto de memoria.
Ya no habito el símbolo tangible de la noche,
ni la atmósfera del planeta del delirio.
Ahora, es una fractura de la variable temporal
en su anclaje a la dársena inexorable de la muerte.
Mientras, comprender, es derribo
en cualquier flor primaveral
empeñada por sí misma en florecer.
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